DERAK

A pesar de lo que muchos creen, no todos los orcos son seres de igual fuerza ni todos son igual de tontos, he aquí la historia de como esta raza se dividió en dos .

Orcos, seres dados a las batallas, a la fuerza bruta, al poco raciocinio y cabezas huecas por norma general. Estos seres se rigen por el mas fuerte de ellos y cada tribu sigue al más fuerte de la suya. Atacar y arrasar con todo lo que deban llevarse por delante, son los señores de la guerra pues su poca paciencia les ayuda a ello. Dentro de aquella raza, como he dicho antes, no todos compartían las mismas características pues mientras unos solo se centraban en ir donde tuviesen que ir y arrasar con el lugar en cuestión, otros querían usar lo que ellos llamaban tácticas de batalla.

Los orcos de más inteligencia, pues aunque no lo creáis los habían y no era cosa solo de un clan, pues se hallaban repartidos en los distintos clanes que habitaban aquellas áridas tierras, hablaron con los representantes de las diferentes tribus por muchas veces hasta que lograron convencerles de que llevasen a cabo su idea en alguna de las batallas pues esas ideas eran tácticas para estas. Tras varios intentos lograron convencerles.

El resultado fue desastroso ya que estaban tan acostumbrados a hacerlo de una manera, que no se veían haciéndolo de otra y a pesar de los esfuerzos de dar indicaciones al final cada cual hizo lo de siempre. Algunos pensaron que esa nueva forma de ataque valía, otros que no, así que volvieron a intentar repetir la jugada de nuevo sin éxito y acabando en discursiones y peleas entre unos y otros. Pero los orcos son así, un día se matan y al otro están bebiendo juntos zumo de cebada.

Cada noche solían cenar en comuna alrededor de fogatas y cada vez era más clara la separación entre unos y otros. Una noche algo surcó el cielo, era un cometa. Aquellos que se cuestionaban cosas y se paraban a tener ideas, lo vieron como un aviso, una señal así que tomaron la decisión de seguir el rumbo que este dibujó en el cielo a su paso. Se despidieron de sus familias y pusieron camino hacia donde vieron que se perdía, el norte, creían que era una buena idea…

Durante el largo viaje algunos de ellos pensaron en dar media vuelta, pero su empeño y terquedad no se lo permitían.

Cuando comenzaron a adentrarse en territorio humano estos como era de esperar y por mucho que los orcos estuviesen de paso, no les querían, aunque aquello tampoco les era algo nuevo. Se organizaron y montaron turnos de vigilancia allá donde hacían noche, puesto que podían aparecer a atacarles y estaban en clara desventaja, aun y así, un orco podía ganar a varios humanos, pues los orcos son salvajes, fuertes y fieros. Durante su paso por territorio humano estos lo pudieron comprobar. Muchos humanos cayeron, muchos orcos salieron heridos teniendo también pérdidas entre sus filas, pero cuando se pusieron en marcha, sabían que no sería un viaje tranquilo en el cual por cierto, no les faltaba comida con tanta batalla, queráis que no, era carne…

Tras llegar a la zona más próxima a la frontera de un lugar llamado Silvania, se metieron de lleno en medio de una contienda entre humanos y seres que se hacían llamar elfos. El color de la piel de los orcos les ayudaba a camuflarse entre la densa y frondosa arboleda del lugar, pero aprendieron que los elfos tienen muy buena vista y oído pues eran descubiertos más veces de las que a ellos les gustaba y es que los orcos no es que fuesen especialistas en sigilo, algo que anotaron debían mejorar. Lograron alejarse de la zona de enfrentamiento entre ambos bandos. Cuando ya solo tenían que tratar con los Elfos, de nuevo hubieron bajas por partes de ambas razas, viéndose los grandullones más diezmados. Según con qué elfos se cruzasen, al oír estos que solo querían llegar al norte, les dejaban paso, pero luego tras avanzar en el viaje, poco tardaban otros tantos en atacar, con lo cual aquello era una lucha sin cuartel de la que no renegaban puesto que además eran ellos los que empezaban según la clase de orejas picudas que viesen. Descubrieron que no todos los elfos eran iguales, todos tenían largas orejas en pico, si, pero su piel, cabello y ojos eran diferentes. De modo que aquel viaje además de peligroso, aparentemente eterno y cansado, les estaba sirviendo para descubrir cosas que desconocían. De hecho todo aquello que habían vivido desde que salieron de su hogar, les hubo servido para aprender sobre humanos y elfos, además de conocer que habían más especies como los también llamados goblins. Seres escuálidos de similar color de piel que ellos, pero mucho más bajos en altura.

Era un viaje que se antojaba eterno, acabaron llegando al destino marcado o eso creyeron de primeras puesto que allí no habían humanos ni silvanos, de modo que igual que interpretaron que debían seguir el cometa que les había llevado a aquella dura aventura, interpretaron que el lugar al que debían llegar estaba próximo ya que acabaron decidiendo poner más espacio entre ellos y territorio elfo. Empezaron a sentir cada día más frío, cazaron y se prepararon con pieles para seguir avanzando. Desde días atrás y de lejos veían montañas blancas. ¿Existía la tierra blanca?, eso parecía y lo querían comprobar. Paso a paso comenzaron a ver manchas de aquella tierra blanca sobre el terreno que pisaban. Extrañados y sorprendidos seguían caminando hasta que uno de ellos se paró a tocarla… era fría y de extraño tacto, aquello no parecía tierra, además sintió como le acabó mojando la mano. Todos acabaron tocando la nieve, todos la probaron, y alguno repitió cogiendo un puñado comenzando a darle bocados mientras que otros tantos se dedicaron a repartir bolazos de nieve entre sus compañeros. Caminaron más y más hasta que la belleza de lo que tenían delante les asombró. Un páramo helado, completamente blanco, la luz del sol hacía que lo que ellos consideraban nieve dura brillase. Aquella nieve dura realmente era hielo. Algunos construían casas de madera, otros vivían en cuevas. Tanto el viaje como la adaptación fueron duros, pero lo lograron.

Muchos años pasaron hasta que empezaron a adoptar características físicas que les permitían sobrevivir con menores dificultades en las tierras nórdicas. Años tras año, su cuerpo se fue volviendo más resistente al frío, la palidez que acabaron adquiriendo en su piel, hacía que pudiesen moverse por estos paramos nevados sin ser tan visibles para la fauna, además acabaron mejorando su sigilo lo que les permitía cazar con más facilidad. Su tez antes verde, con el paso del tiempo, se había vuelto tan clara, que algunos de aquellos con los que comerciaban los llaman coloquialmente orcos albinos, pero ellos su pueblo se hace llamar Deraks.