ANAM

EL SANGUINARIO

Anam
Anam es una deidad antigua que representaba el derramamiento y los ritos de sangre.

Conocido como el Sanguinario, este dios es el encargado de otra maldición, la maldición de la sed eterna y de la eterna vida, haciendo que los malditos por su sangre deban gracias a su sed propagar por el mundo la moneda de sangre.

Anam no era más que un simple guerrero sanguinario que lideraba un ejército de mercenarios de renombre, pues eran conocidos por no ser derrotados en ninguna de las batallas.

Tenía como costumbre brindar con la sangre de sus oponentes en sus celebraciones. Todos lo seguían como un líder carismático, como el guerrero nunca derrotado. Un día su costumbre de celebrar sus triunfos bebiendo el fluído vitae de sus enemigos le hizo probar la sangre de un ser o bestia desconocida, obteniendo un poder inimaginable haciéndole convertirse en el primer maldito. Fue en ese momento cuando su sed irrefrenable hizo que se abalanzase sobre toda su hueste, creando un ejército inmortal capaz de hacer frente a cualquier bestia o enemigo.

Anam y sus súbditos ahora están en un profundo letargo, quedando su nombre y hazañas en el olvido. Esto no le hace débil pues aún debilitado es muy poderoso. Ahora su deseo es volver a crear una epidemia de guerreros y fieles sirvientes obsesionados por la sangre.

Los pocos que en su eterna maldición comprenden el significado de la moneda de sangre veneran a este dios, quien otorga poder, por sangre.

Los seres que no poseen la sangre del Sanguinario, son vistos como seres inferiores y mero alimento para aquellos que si comparten dicha sangre recorriendo sus venas.

φ Dogma: Sacia tu sed en las venas de los débiles, y derrama la sangre de los falsos profetas. Revela secretos solamente a tus compañeros de fe. Vive sin el miedo al tiempo que los mortales poseen, mira a los Dioses como iguales y no como a tus superiores pues el poder de tus venas palpita contra sus presencias. Apaga la luz del Sol allá donde la encuentres, y escóndete de ella cuando no puedas prevalecer. La oscuridad es el momento de actuar, no de esperar. Confía en las sombras pues el camino luminoso te convierte en un blanco fácil.

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